domingo, 27 de diciembre de 2009

La (d)evaluación

Llegado el mes septiembre comienza el final del curso anterior. Sí, es así. El primer y el segundo días hábiles se emplean para los exámenes, cuyas notas deben estar listas para la tercera jornada, de tal manera que apenas hay tiempo para calificar con tranquilidad. Marckopole tenía, entre otros, dos grupos de Historia de España de 2º de Bachillerato y, tras calificar los exámenes, habían aprobado unos pocos, porque hay que estudiar mucho y bien para una materia tan amplia.
Día 3 por la mañana temprano en el instituto. Saludos y besos de rigor a los compañeros tras las justas y necesarias vacaciones veraniegas. “¡Voy a ser profesor repetidor!” exclamaba Marckopole, ya que seguiría allí el próximo curso. “¡Qué envidia me das!”- decía Eleniak, aún sin destino a la vista.
Seguidamente, los miembros de la junta de evaluación se reunieron para ver las notas y tomar decisiones. Poco antes de comenzar cada profesor a decir las notas, la jefa de estudios, Marta Jante mostró dos documentos afirmando:
-“El inspector nos ha dicho que si hay algún alumno que le quede una materia suspensa, la junta de evaluación debe considerar si tiene madurez académica para proseguir estudios superiores. Si decidís que tiene esa madurez, ponéis vuestros nombres y firmas en esta hoja y si decidís que no es así, bueno, pues además de vuestros nombres y firmas, debéis argumentar por qué no titula”.
Ante aquella novedad que deja perplejos a algunos, el tutor va pidiendo las notas de cada alumno y al finalizar hace recuento de los que le queda una materia suspensa. Entre ellos destaca Alberto Canapias, un repetidor de 2º, a quien el profesor de Dibujo le había aprobado la materia en la sesión de evaluación de mayo, ya que “sólo” suspendía su materia y Física. En cambio, la profesora de Física mantuvo su nota y no se asustó al verse como “la única que había suspendido al alumno”. Éste había vuelto a suspender Física en septiembre y la profesora expuso que incluso durante el examen, Alberto Canapias había dudado de la claridad de las preguntas del mismo. A partir de entonces todo fueron opiniones:
El profesor de Matemáticas afirmó que Alberto Canapias era “un macarra” y que no lo veía maduro pero que a Ricardo Blado sí, porque era “una buena persona”.Este último suspendía Lengua Española y el profesor de la materia aducía que “no había aprobado ningún examen durante el curso”.(Al final “le” aprobaron)
De nuevo se volvía al caso de Alberto Canapias. Gertrudis, la profe de Física, destacaba el mal comportamiento del alumno todo el año. A esto, Juliette Le Vision, profesora de Francés dijo: “Mira. Yo conozco a Alberto y a su madre y el comportamiento que tiene conmigo es totalmente distinto al que tiene contigo. Su madre es una bellísima persona y bla, bla, bla...”. Luego, Bartolo Quero, el profesor de Dibujo que “le” aprobó en mayo, afirmó: “Es que la rebeldía también es un signo de madurez. Enfrentarte al profesor, en lugar de decir sí buana”. Entonces Marta Jante terció: “La rebeldía no es madurez sino todo lo contrario”.
Finalmente, tras varios comentarios se tomaron algunas decisiones. Dos alumnos fueron aprobados por el conjunto de profesores y uno, Alberto Canapias quedó con su suspenso. (Posteriormente este alumno, tras conocer el “veredicto” afirmó sus deseos de agarrar por el cuello a la malvada profesora.¡Qué criaturita!)

Marckopole opina que el término “madurez académica” es una nueva excusa para conseguir que haya más aprobados. Este aprobado colectivo es incompatible con el Artículo 2.3 de la Orden de 24 de abril de 2009 de evaluación de Bachillerato que establece que: “El profesor de cada materia decidirá al término del curso si el alumno ha alcanzado los objetivos de la misma”. Si el resto de profesores decide que es maduro académicamente, ya le están aprobando esa materia, además de constituir una falta de respeto para el profesor que puso la nota, pues se pasa por encima de su decisión. El profesor es quien decide la nota, no el conjunto de profesores.
El Artículo 6 de la misma orden afirma: “El título de Bachiller será único. Para obtener el título de Bachiller será necesaria la evaluación positiva en todas las materias de los dos cursos del Bachillerato.” Al parecer, si el profesor establece una nota negativa, el alumno no puede obtener el título. Por lo tanto, los documentos presentados en las sesiones de evaluación para que se considere el aprobado colegiado al alumno con una materia suspensa, entran en contradicción con los artículos arriba mencionados y para futuras sesiones se deberían traer a colación.
Marckopole piensa que con esta medida se pretende que el inspector de turno no tenga que estar atendiendo las reclamaciones de alumnos (aunque tengan un 0 o un 1) y “aprobarles” (sin ver exámenes, sin conocer su nivel académico). Así este tipo colabora en devaluar más el sistema de enseñanza. De esta manera, los profesores ahorran ese “trabajo” y se crea la división entre ellos: los “benévolos” conceden el aprobado que el profesor le ha negado al alumno y los “malévolos” reafirman la nota del profesor y fastidian al alumno cursando una sola materia. ¡Qué desconsideración! ¡Así no hay manera de aumentar la estadística de aprobados!
No es de extrañar que algunos alumnos no estudien 1 ó 2 materias, pues confían en que se imponga una supuesta bondad entre los profesores y les otorgue el aprobado. De resultas de estas decisiones, el sistema de enseñanza podría realizar la siguiente oferta a los jóvenes para atraer (o mantener) alumnado a sus aulas de Bachillerato:

“Matricúlate de las 8 materias y, por aprobar 6 ó 7 te aprobamos las restantes. ¡Llévate 8 por el precio de 7! ¡Es una oferta que no puedes rechazar!

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