martes, 1 de julio de 2008

"Fashion's victims' classroom"

Dedicado a Alfonso de Linares y a Pilar de Ciudad Real.

En el “Maestro Picio” hay una clase particular: 1ºA, más conocida como la clase de las “victim”. Ahí, la mayoría femenina (sólo hay un chico) ha diseñado el aula a su gusto como se puede ver.


No queda pared sin decorar con dibujos de nubes, estrellas, mariposas, lunas, corazones... En una segunda fase, las chicas, enamoradas y esclavas de la moda, colocaron dibujos más grandes de personajes tales como: la Caperucita, el Lobo, Winnie the Pooh, el gato de Shrek, Bambi, hadas, etc. Asimismo, escribieron sus nombres en folios rodeados de estrellitas y remolinos. Tal vez si fuera un 1º A de E.S.O. se podría comprender esta decoración infantil, pues los alumnos de ese nivel tienen edades entre los 12 y 13 años. Sin embargo, el 1º A “fashion” es de Bachillerato (16, 17 e incluso 18 años).

En la evaluación final, Marckopole le comentó a Carmine, la tutora del grupo, que aquello parecía una guardería y que les distraía mucho. Ella le dijo que prefería que pareciese una guardería antes que tener las mesas rotas. Pues sí, tenía razón, pues las bestias ociosas eran mayoría en el instituto y los destrozos, diarios.
Por otra parte, era posible dar clase, aunque a veces estuvieran más ocupadas en contarse secretitos o de mirarse en el espejito la disposición del flequillo o la sombra de ojos, y claro, así ¿cómo se podían enterar de la unificación italiana o de la revolución de octubre?
En una ocasión, Marckopole entró en clase para hacer un examen. Las mesas ya estaban dispuestas en filas al igual que las chuletas, pero hubo algo que le llamó la atención. Al fondo del aula había una mesa con unos 20 ó 30 botecitos de pintauñas. ¿Irían a hacer alguna actividad con ellos en alguna materia? Qué raro pues ya no tenían Plástica. ¿Habría entre ellas una representante de cosméticos? Esto era más probable.
Al terminar el examen algunas se fueron a la mesa del fondo y Soraya les dijo: -“ Os los he traído para que cada una coja el que quiera”. Dicho y hecho. Debo, Vane, Cris, Mery y Laury comenzaron a probarse los pintauñas y pronto se percibió a distancia el fuerte olor que desprendían. Deberían emplear una mascarilla para protegerse. ¡Aquello olía a barniz!
Otro de los profesores que se asombraba en la clase “fashion” era Amedeo, el profesor de Griego. Aunque el asombro era tanto por el comportamiento infantil de las “fashion” (risitas, notitas, etc.) como por su bajo nivel en la materia (demasiadas abonadas al 1).
Un día, Amedeo entró en el aula y... ¡sorpresa! Mesas y sillas arrimadas a las paredes y las “fashion’s victims” haciendo un baile. Estaban ensayando una coreografía para Educación Física, pero no un baile cualquiera, sino de lo más “in”. Amedeo podría haberse quedado como espectador o haber dirigido la coreografía al ritmo de: un, dos, tres, cuatro. Abajo, aaarriba, ¡uh! ¡ah! También podía haber dicho eso de :”La fama cuesta y vosotras vais a sudar para conseguirla” ¡Y tanto! Aquello parecía una sauna. De todas maneras no les quedó mal la coreografía.
 


Finalmente, Amedeo se autoimpuso la cordura y dio su clase de griego, aunque el ambiente no fuera propicio. El deber es el deber.
La verdad es que aquella clase aparecía como una isla dentro del mar de tosquedad de Malavilla. Las pobres “fashion” debían recorrer 60 km. hasta alcanzar un centro comercial en condiciones donde adquirir los complementos y cosméticos apropiados para construir su imagen y personalidad “fashion”: bolsos de Dulce Gabacha, gafas de Man Ray, crema facial Pavón, perfumes “Agua d‘ortigas” “Eau de Porc” y algún vestido de Palentino.
Sin embargo, tras emplear un tiempo considerable en conformar su estilo ( el tiempo dedicado al estudio podía esperar), el resultado era dispar: cabello bien cortado, teñido y peinado, buen maquillaje facial, camiseta y pantalones de Sara, manoletinas de Tábata de la Pampa... Hasta aquí, todo más o menos bello y elegante.
No obstante, el carácter “fashion” adquiría en algunas alumnas una nueva dimensión al carraspear, hurgarse la fosa nasal o realizar fuertes inspiraciones que inspiraban algo más que aire... Dicha dimensión quedaba rematada con su particular conversación:

- “¡Tía. Mira como va la Jeny!”
- “¡Arrea tronca. Que lleva el mismo top delotro día. Vaya guarra!”
- “ Esa de seguro que la dan la ropa”.
- “Pos sí. De seguida va largando de que compra en Sara.”
- “Sí, pos no te fastidia. Ande compra es en el de tó a 2 euro”.

En fin, aunque la mona se vistiera de seda, mona se quedaba. Era el carácter general de Malavilla.