sábado, 10 de mayo de 2008

Los miserables. (2ª parte)

Capítulo aparte merece el director del I.E.S. “Maestro Picio Mayor”. En relatos anteriores Marckopole narró algunas de las ocurrencias del que, de acuerdo con la ley, es “el jefe del personal docente y no docente”, el que “debe velar por el cumplimiento de la ley” , “velar por el buen funcionamiento del centro” etc, etc.
En el caso de Esteve Doble, aunque sea un director novato, ya ha demostrado sobradamente sus carencias para el cargo.
Un ejemplo sería los 3 grupos de 1º de E.S.O ( que hasta el nombre es feo), formado por alumnos desquiciados. Ahí están los repetidores, inmigrantes y , ¡qué extraño! los conflictivos. Aquí la responsabilidad del director es manifiesta, debido a que confeccionó los grupos por optativas, según él. De este modo, 1º A, B y C son grupos en los que no hay repetidores, todos escogieron Francés y , en ellos están la hija del director, la hija del anterior director, el hijo del profesor de latín, el hijo del profesor de educación física... ¡Qué casualidad!
Mientras, en los grupos D, E y F están los alumnos problemáticos y otros que, sin serlo, se han malogrado influidos por el mal ambiente, o se han inhibido. Es evidente que el director, Esteve Doble, en una exhibición de nepotismo, formó los grupos para privilegiar a unos cuantos a costa de fastidiar a bastantes. A veces, Marckopole piensa en el relato de Verónica, cuando en medio del caos de 1º E, le preguntó a unas alumnas: “ ¿Y esto es así en todas las clases? Sí profe, en todas. ¡Qué mala suerte hemos tenido! “ Se lamentaron las alumnas. La verdad es que es para compadecerlas. Una hora, otra y otra, hasta 6 y, después, un día tras otro hasta 5 y... el lunes, vuelta a empezar. El director es responsable si respondiera, pero como no responde será un irresponsable, un inepto. Tanto como el almirante francés Villeneuve, quien tras su incompetente dirección de la flota hispano-francesa frente a la británica y , sabiéndose destituido, lanzó a la flota contra la de Nelson en Trafalgar, en contra del parecer de los españoles que apostaban por presentar batalla a los ingleses en el refugio de la bahía de Cádiz. A pesar de la lucha de los españoles, el resultado es conocido.


En una ocasión, Eliza Parsons, la profesora de inglés daba clase ( o lo intentaba ) en 1º E, los viernes a última hora ( una de las peores horas). En aquella jaula de monos el desquiciamiento era generalizado: alumnos de pie, deambulando, dando patadas a pelotas de papel, saltando por encima de las mesas... y, claro, Eliza quería dar clase. Ella ya había estado en institutos peores, pero aquello no tenía nombre.
Viendo que la jauría no paraba, Eliza pidió a una alumna normal, (de esas a las que le hablas, te entiende y te responde), que trajera al jefe de estudios. Rápidamente vino Marta Padera, una de las jefes de estudios adjuntas, la más competente del equipo directivo. Sin embargo, tras lanzar varias advertencias no tuvo éxito y se marchó.
La locura de 1º E continuaba y Eliza volvió a pedir a la alumna normal que llamase a la jefa de estudios. En esta ocasión, también bajó el director, pero sus habilidades para restablecer el orden fueron inútiles. Marta le dijo a Eliza: “ Me voy a llevar a Pere que está muy nervioso”. Y los demás ¿no lo están?- pensó la profesora.
Al ver a Marta marcharse, el director comprendió que era oportuna una retirada conjunta y, al salir, le comentó a Eliza: “ Yo, a los que entráis en estas clases, os admiro”. ¡Qué halagador! ¿Qué pensaba hacer a continuación el ínclito director? ¿Pedirle un autógrafo dedicado a su privilegiada hija? ¿Cómo se puede tener tanta caradura?
Finalmente, Eliza capeó la clase como pudo y, tras tocar el timbre salvador, subió a la sala de profesores. Allí, en el umbral de la puerta le esperaban Esteve Doble y Marta. Eliza iba con el paso presuroso y el rostro tenso (efectos normales tras estar en 1º E) y pensaba: “ Como éste me diga ahora alguna tontería, lo estrangulo”. Entonces el director con su expresión de Papa Noel le dijo en un tono comprensivo: “Venga Eliza. Ten en cuenta que es el último viernes del trimestre.” Buen comentarista de la obviedad. Habría que haberle preguntado qué plan tenía para sobrellevar los 25 viernes restantes. Al final Eliza, descolocada por tanta demostración de estulticia, no puso sus manos en el cuello del director.
Por lo tanto, ¿es que el director no podía poner remedio a la situación? La respuesta es que sí, pues hay recursos legales, aplicando el decreto sobre la convivencia, repartiendo a los alumnos conflictivos por los distintos grupos, convocando a sus padres para que reconduzcan a sus hijos...Pero él no iba a hacer nada. ¿Por qué ? Porque se siente cómodo en su posición de mando como el ridículo “gran dictador”.


El profesor debe ser lo suficientemente maduro, diligente y profesional para “aguantar” lo que tiene en cada clase, según afirma el jefe de estudios Pau Lina, otro iluminado de la enseñanza. Marckopole dice “no” a todo eso. Que ningún profesor asuma que va a un centro a aguantar insolencias ni boicoteos en las clases. Un profesor va a dar clase y el alumno que no se comporte no es digno de estar en el aula. Y el equipo directivo debe respaldar al profesorado en esta tarea y si no es así, que dimitan o no se presenten a esos cargos.

viernes, 9 de mayo de 2008

Los miserables (1ª parte)

Durante la vida, las personas se tropiezan con unos individuos que abusan de su cargo. A estos seres les entra una megalomanía tal, que se convencen de que, tras ser nombrados a dedo como inspector, jefe de personal o director, el resto de los mortales debería apartarse a su paso entre llamativas reverencias, alabando su buen juicio.
Marckopole pudo comprobar las fechorías de estos mamelucos cometidas sobre algunos docentes.
En primer lugar, el caso del empadronamiento de Verónica.
Nuestra colega pidió permiso en el instituto para empadronarse en Vilaverdina de la Osa a unos 100 km. de Malavilla. La jefa de estudios le dijo el día que mejor podía hacerlo, ya que Vero no podía ir por la tarde debido a que la oficina de empadronamiento cerraba a las 17:00 h. y si salía a las 14:25 h del centro, cogía el autobús a las 14:40 h, no llegaría a Vilaverdina hasta las 17:30 h.
De este modo, Verónica se empadronó, pidió un justificante y lo entregó al jefe de estudios. A los pocos días, el director, Esteve Doble, le comentó que el servicio de inspección no admitía el justificante y le descontaría el sueldo de ese día. Acto seguido, Vero llamó a la inspección y se puso la inspectora asignada al instituto, Ester Colero. Ella le indicó que el día 7 de diciembre hubiera sido un buen día para hacer el empadronamiento. En su descargo, Vero argumentó que creía que también hacían puente en aquella oficina. Sin embargo, para la inspectora lo peor es que la ausencia de Verónica supuso que “aquellas clases fueran irrecuperables”. No lo sabía bien Ester Colero, aquellas clases eran definitivamente irrecuperables pues los “alumnos” estaban como cabras.
Poco después, la profesora le comentó algo sobre una ley que la amparaba y la inspectora, en un arranque de soberbia afirmó: “ ¡No me hables de la ley que yo he hecho la ley! “ Vero no lo podía creer. En pleno 2007, un atavismo del Antiguo Régimen, una reina absolutista y despótica como Isabel I de Inglaterra. Ella era la Ley, por ella existía y de ella emanaba.



Seguidamente, la susodicha inspectora acentuó su superioridad y le soltó : “ ¡No me cuentes lo que te pasa, pues te comprendo perfectamente! Yo he sido profesora interina, titular, jefa de departamento, coordinadora de ciclo, secretaria, jefa de estudios, directora y bla, bla, bla... Si quieres mirar mi curriculum está pinchado en el tablón de la consejería. “
Vero creyó que aquella mujer, con esas ínfulas desatadas, necesitaba un psiquiatra o una docena.
Finalmente, la inspectora volvió a la cordura, como Don Quijote, y le reconoció que tal vez con ella “se había estrellado” y que pusiera un recurso a su decisión de descontarle el sueldo de un día. ¡Toma ya! ¿Por qué no retiraba su informe la inspectora majara?
Por tanto, como última opción puso el recurso con todo lujo de detalles de sus avatares, justificantes, horario de la única línea de autobuses que sale de Malavilla, permiso del centro, fundamentos de derecho... La consejería le contestó de inmediato y se reafirmaba en su decisión: “deducción de haberes por no justificación”.
¿Qué hacer? Inasequible al desaliento, Verónica llamó al jefe de personal del Lejano Oeste, Antón Torrón. Este ser le confirmó que debía haber ido el 7 de diciembre. Sin embargo, le soltó que ese día era festivo para los alumnos, pero no para los profesores. Vero no daba crédito a lo que oía.
Antón Torrón prosiguió: “Además, las vacaciones de Navidad son para los alumnos y los profesores deben acudir al centro.” Asombrada, Verónica le preguntó: “Entonces, ¿Todos los profesores lo estamos haciendo mal?” Fue en ese momento cuando al cabeza de personal se le escapó una risita y la profesora decidió cortar la conversación con un “gracias por todo”, para rectificar con un “ gracias por nada”, tras ser víctima de las burlas del jefe de personal.
Verdaderamente si un borracho no debe coger un coche, a un cargo con responsabilidad se le debería someter a un test psicológico o psiquiátrico para comprobar sus facultades mentales. En fin, seguro que a Antón Torrón se le habrá quedado una estúpida sonrisa permanente como al Joker. No hay nada más miserable que reírse del mal ajeno.




Continuará.