domingo, 10 de febrero de 2008

La presentación

Amaneció el día en que nuestro profesor desterrado hubo de acudir por vez primera a su ineludible destino para conocer y ser conocido por sus alumnos.
Aún no comenzaban las clases, pero la nueva directiva del centro había establecido un acto de presentación de los tutores de cada curso dos días antes del comienzo. Marckopole había sido designado tutor de 3º, en teoría alumnos de 14 años y, ya veríamos como la práctica difería de la teoría.

Desganado, Marckopole decidió utilizar el transporte público para arribar a Malavilla, pues la peligrosa y deficiente carretera le agotaría más de la cuenta al volante de su coche. Capítulo aparte merece el recorrido en autobús hasta el Lejano Oeste y en próximas entregas se resaltarán sus excelencias.

Puestos los pies en tierra de Malavilla, Marckopole subió una cuesta, esquivó los cubos de basura colocados sobre la acera, elevada un milímetro sobre el nivel de la calzada y evitó los camiones que bajaban a gran velocidad, hasta alcanzar la reja que le abría el paso del Instituto “Maestro Picio Mayor”, personalidad de renombre cuyas glorias docentes serán recordadas por un servidor.
Marckopole atravesó el patio y se acercó hasta el salón de actos, en los bajos del aulario. Una vez dentro, se distingue a unos pocos profesores junto a la puerta y delante del estrado. Los alumnos están sentados en las sillas y bastantes de pie al fondo del salón. Nuestro profesor cruzó el salón y se sentó en una de las sillas que había cerca del estrado, junto a otros profesores que él suponía, serían tutores, el director y algún jefe de estudios.



Mientras, Pau, el jefe de jefes de estudios se encontraba en la mitad del pasillo, avanzando y retrocediendo, al tiempo que lanzaba su mensaje de bienvenida (incluyendo referencias a las normas y a los profesores). Este mensaje se interrumpía con llamadas de atención a alumnos que mostraban conductas disruptivas ( en terminología de modernidad educativa), o dicho en veneciano, molestaban.
En estas estaba Pau, cuando presenta a los tutores de cada grupo. Los alumnos reciben cada presentación con distintas muestras de agrado. Esteve parece el más popular. Llegado el turno de Marcko, se levanta de la silla para ser reconocido y se sienta nuevamente. Él cree recordar exclamaciones de prevención.
Concluida la presentación, cada tutor (los presentes, ya que faltaba uno) recibió una lista de sus tutorandos , debiendo subir al aula para presentarse ante ellos y darles algunas indicaciones. Por la experiencia en las tierras del Gran Khan, desde el principio el profesor ha de poner los puntos sobre las íes y demás signos de puntuación, para que se sepa quien tiene la autoridad ( ya se sabe ) y quien está dispuesto a ejercerla ( se sabe menos). Desgraciadamente, en nuestro nefasto sistema educativo la autoridad es primordial.
Marckopole accede fácilmente al aula de 3º T, ya que lo lee en un letrero que hay sobre la puerta y además ésta carece de cerradura y picaporte. En el interior unos 15 alumnos (faltan unos 5) a quienes el profesor indica que se sienten. Acto seguido un alumno empuja la puerta y va a entrar sin pedir permiso y con una gorra puesta. El profesor le manda que vuelva a salir, llame a la puerta y se quite la gorra. De mala gana, vuelve a salir y procede a entrar como el profesor le había pedido. A continuación, Marckopole pasa lista y alguno muestra sus preferencias por ser llamado de otro modo: ¿Cómo te llamas? “Baldomero. Llámame Mero” Sabia opción.
Entre tanto, nuestro profesor tiene que llamar la atención a una alumna que pronto da muestras de sus carencias educativas: repantigada en el asiento, bosteza y se estira llamativamente. Ante las recriminaciones, ella afirma cansinamente: “Buenooo... ya empezamos”. Finalmente accede a refrenar sus modales. Esta alumna tiene un aspecto entre simiesco y porcino. Tal vez descienda de algún antropomorfo que evolucionó tardíamente hacia el “homo sapiens sapiens” o puede que sea una reliquia del pasado.



En fin, el profesor da algunas recomendaciones y tras anunciar que las clases empezarán dos días más tarde y que a primera hora les darán el horario, Marckopole sale del centro rumbo a su hogar, cavilando cómo encarar su nuevo y lejano destino, ya que no hay señales de que el cabeza de personal mueva su neurona para que le asignen otro centro.