sábado, 14 de febrero de 2009

¡Adiós Maestro Picio!

Dedicado a Fran de Villanueva


A petición de Francesco se narrarán las últimas acciones de Marckopole en las inhóspitas tierras de Malavilla.

Llegado el mes de septiembre, nuestro profesor acudiría para poner exámenes y notas. Dos mañanas a lo sumo y Marckopole pondría rumbo a Venezia.
La primera mañana transcurrió con normalidad: saludos a algunos compañeros que preguntaban por nuestra continuidad allí. ¡Ni por todo el oro del mundo! Fue el primer pensamiento. La respuesta fue más razonable: “No. Me han destinado a Trieste, cerca de casa”. “¡Qué pena. Con la autopista que nos han hecho, ahora vendríais mejor! – expuso Renata, una orientadora. Sí. Ahora sí que va a estar solicitado este centro - pensó nuestro profesor.
Marckopole estuvo presente en el examen de 1º de Bachillerato, después recogió los exámenes de 3º que le correspondían corregir y volvió a casa, pues al día siguiente las notas debían estar puestas. La verdad es que de 3º se habían presentado pocos ( 3 de 15 alumnos suspensos). Septiembre es una buena oportunidad para intentar aprobar el curso, pero... ¿Cómo va a haber alumnos estudiando un poco en verano mientras otros se lo pasan bien todo el día? ¡Es una injusticia! “Nada, nada profe. Yo ya se lo he dicho a mi madre” – decía Peroto de 15 años y 9 meses en junio – “ yo voy a repetir 3º”. Evidentemente Peroto debía seguir descansando. ¿Para qué esforzarse? Llegar a 4º es una cuestión de tiempo.

El jueves eran las sesiones de evaluación. Marcko tuvo suerte ya que las cuatro las tenía por la mañana. En una de ellas, de 3º, a la alumna Coloma Algerina le habían quedado 3 suspensas para septiembre, tras habérsele aprobado, por lo menos, dos en junio. Aunque el profesor de Educación Física adujo que “le había aprobado sin presentarle el cuaderno de ejercicios, debiéndole un jamón por el favor”. En septiembre las notas las tiene que decir cada profesor en voz alta según el orden en el que las materias aparecen en un cuadrante. Marcko era el primero: “Geografía un 2”. Siguiente, Matemáticas. El profesor dudaba: “Pueees... ehm... un 5”. Siguiente, Física y Química: “Pues... otro 5. Vaya con el de Sociales”. La alumna pasa a 4º con una única materia suspensa.
Tras estas evaluaciones apareció el jefe del departamento de Geografía, Jacobo Balicón quien le informó de una reunión al día siguiente para tratar una reclamación. En fin, un último día más allí. Marckopole, a pesar de que tenía un destino nuevo, no veía el momento de desaparecer del Maestro Picio.

Viernes por la mañana en el autobús. Nuestro profesor se va encontrando con sus colegas que van a la reunión. Hay pueblos con calles cortadas pues son las fiestas y el autobús para en las afueras y sigue su ruta.
Llegada a Malavilla. En el instituto no se ve a nadie, salvo a conserjes. Alguna de las colegas sugiere ir a secretaría a firmar las actas de junio. Subida a la 2ª planta y petición de las actas. Al ser cuatro y tener cursos distintos debían sacar varias hojas, pero al secretario-cacique de aquel chiringuito le molesta que estuvieran sacando las actas de un cutre archivador(advertía que le habían perdido dos en junio) y que las firmaran allí mismo (de pie) , porque no le dejaban atender al público (sólo había dos personas) y quedaba la mitad del mostrador libre. Marcko le dijo que tenía espacio suficiente y el individuo decía que “él era el encargado de gestionar aquel espacio” mientras seguía encima, mirando como firmaban e intentaban meter las actas en el cutre archivador, hecho que le ponía de los nervios. Marcko le advirtió que les dejara en paz porque sólo quería poner cuatro firmas y marcharse. Finalmente, las colegas consiguieron apaciguar a Marcko y éste no cometió un tonticidio. Realmente aquel Australopithecus necesitaba que le dieran varias manos de pintura civilizadora. ¡Qué pena de ser!



A continuación paso al edificio de enfrente y subida al departamento. Allí, Marcko y Venancia llegan antes y miran los estantes. De repente, apareció Jacobo Balicón quien berreó: “¡A quién se lleve un libro, me lo como!” Menuda declaración paleta y miserable. Marcko se giró y le respondió: “Pues conmigo lo vas a tener difícil”. “¿Por qué?”- preguntó el cretino jefe. “Porque yo estoy muy duro”- respondió nuestro profesor. Al jefe se le iban bajando los humos y concedía: “Bueno, no me importa que os llevéis revistas y bla, bla, bla...” Otro dueño de chiringuito que se cree Napoleón.
Sentados en torno a la escasa mesa, Jacobo sacó una sola reclamación y empezó la indignación. Teresa preguntó “¿cómo es que nos reuníamos hoy para ver una reclamación que ayer en 10 minutos la podíamos haber resuelto?”
Verónica preguntaba por la ausencia del director. Jacobo argumentó que no era imprescindible su presencia. Verónica replicó: “Vamos a ver. Me he levantado a las 7 de la mañana para llegar aquí a las 10 y que este individuo, miembro del departamento, que vive aquí, no esté presente. ¡Vamos, me parece injusto! Haz el favor de bajar y decirle que venga” – reclamó Vero. Dicho y hecho.
Al cabo de unos minutos, Esteve Doble entró sin saludar, se sentó, miró el examen calificado con un 0 (nota ratificada), preguntó la decisión tomada y se marchó sin despedirse. El director estaba trastornado y acabaría hablando con las paredes.
La sensación de pérdida de tiempo aumentaba. Además, si no había que firmar ningún documento, la respuesta a la reclamación podía ser cualquiera, pues el jefe la estaba redactando en un portátil. Aquello se podía haber hecho el día anterior. Apenas había cuatro profesores en el centro. ¡Qué pena! Otra muestra de surrealismo la daba el bobo de Jacobo. Pasa lista de los miembros del departamento y le pone falta a Gertrudis Tinta, ¡profesora ya jubilada!
Marcko y sus compañeras salieron del departamento, mientras Jacobo desde dentro decía. “¡Oye, que dejéis los libros por ahí!” (libros de texto) . Teresa le comentaba a Marcko: “Sí, sí. Yo ya los he dejado en mi casa”. Ja, ja
Si el jefe hubiera tenido sentido común se habría despedido con un :” Adiós-hasta luego-que os vaya bien”, sin embargo, la imbecilidad le cegaba.
Fuera del recinto la sensación era de liberación al haber terminado con aquel antro de tarados, aquella ruina física y moral.

Subidos en el autobús dieron un colectivo corte de mangas dirigido al centro y salieron de ese villorrio con la esperanza de destinos mejores.
Marckopole iniciará otras aventuras y aquí cierra este periodo en el infausto Maestro Picio, agradeciendo a las buenas personas que conoció como: Teresa, Verónica, Eliza, Marcello, Luigi, Francesco, Amedeo, Giuseppe di Toro, Chiara, Carmine, Giuseppe Antonello... deseándoles lo mejor en sus vidas.