lunes, 28 de enero de 2008

La fuerza del destino

Septiembre no es tan sólo el comienzo de cada curso académico, sino también el inicio del año para el docente. Conocida la fecha y el destino, Marckopole se dispuso a intentar cambiar este último, visto el tortuoso camino que le aguardaría día tras día.
¿A quién recurrir? Nuestro profesor acudió a su primo Àngel quien, al parecer, conocía bien al cabeza de personal del Lejano Oeste. Ambos habían sido maestros en el mismo colegio y el cabeza ya había dejado las aulas, probablemente por alergia a la tiza.

¿Qué pretendía Marckopole? Volver a la lista de interinos en su puesto y que le fuera asignada una nueva vacante cuando los centros presentaran su demanda de plazas. Sabido es que salen mejores destinos en septiembre y, antes de que la plaza se la ofrecieran a otro interino con menor puntuación, Marckopole deseaba que le fuera concedida esa plaza, es decir, él no tramaba quitarle la plaza a nadie, puesto que nadie la tenía.

Su primo le aseguró que haría lo posible y, esperanzado, el profesor volvió al instituto del noreste para poner exámenes y asistir a las sesiones de evaluación, esperando la llamada que le anunciara que Malavilla, se quedaría allí para otro.
Pasan los días, Marckopole elige grupos sin mucho entusiasmo en el instituto del lejano oeste y recibe informaciones desalentadoras por parte de Àngel pues el cabeza de personal no contesta a las llamadas, su secretaria le despacha con un “está reunido” y cuando habla con él, pone todo tipo de trabas : “que el instituto esté lejos no es una excusa” y su primo le responde “ pues, ¿qué prefieres? ¿qué coja la baja por depresión?” Evidentemente sería para cogerla.

Realmente el encargado de personal no estaba por la labor. Las ilusiones se fueron diluyendo cual azucarillo cuando comprobó que los centros demandaban interinos y su nombre no aparecía por allí, pero ¡qué curioso! a la persona que le había tocado su destino provisional en las listas definitivas ( a 10 km. de Malavilla) , ahora estaba en la lista de septiembre, la primera, y le habían enviado a la capital de la región.
¿Qué habría aducido para librarse de ese destino? ¿Alergia al clima del lejano oeste? ¿Familia necesitada de sus cuidados? ¿Hipoteca asfixiante? O simplemente ¿había hablado con la persona adecuada e influyente? Misterio.



Entre tanto, Marckopole supo que en su instituto del noreste había una vacante (plaza libre) porque una profesora había “logrado” cambiarse a otro centro, “su” centro. Esta jugada ya la había hecho el curso pasado. Tal vez habría hablado de nuevo con otra persona adecuada. Ante este hecho, Marckopole ve otra luz de esperanza y llamó al director del instituto del noreste para que hablara con el cabeza de personal del noreste para que le reclamara y continuase en aquel, su todavía instituto. Asimismo, nuestro profesor trató el tema con su primo para que comentara al encargado del lejano oeste que contactara con su colega del noreste para que le traspasara a su zona anhelada. Parlant la gent s’entén. Si quieren, claro.

A los dos días, llamada del director del centro del noreste: “Oye Marcko, que me ha dicho el cabeza que si tienes un nombramiento en otra zona, no te pueden reclamar en otra. Es que no lo hacen”. Otro jarro de agua fría. La burocracia es aplastante.
¿Qué nos quedaba? Un débil hilo de esperanza, pero se acercaba el comienzo del curso y Marckopole debía ir a Malavilla, mientras mentalmente se resistía a marchar, agarrándose a cualquier objeto (farola, semáforo, coche, buzón...) que le apartara de la fuerza del destino, de aquel destino tan denostado.

¿Qué le aguardaría allí? ¿Cómo sería el recibimiento de los indígenas? ¿Lograría hacerse comprender por ellos? ¿Soportaría el clima extremo? Lo veremos en las próximas entregas de Marckopole, el profesor desterrado.

1 comentario:

Truman dijo...

Hola Marcko Pole. Puse un enlace en mi blog por si a alguien le apetece entrar.
Ya me leí tus dos primeras entregas. Espero más de tus aventuras y desventuras.
Suerte!