viernes, 9 de mayo de 2008

Los miserables (1ª parte)

Durante la vida, las personas se tropiezan con unos individuos que abusan de su cargo. A estos seres les entra una megalomanía tal, que se convencen de que, tras ser nombrados a dedo como inspector, jefe de personal o director, el resto de los mortales debería apartarse a su paso entre llamativas reverencias, alabando su buen juicio.
Marckopole pudo comprobar las fechorías de estos mamelucos cometidas sobre algunos docentes.
En primer lugar, el caso del empadronamiento de Verónica.
Nuestra colega pidió permiso en el instituto para empadronarse en Vilaverdina de la Osa a unos 100 km. de Malavilla. La jefa de estudios le dijo el día que mejor podía hacerlo, ya que Vero no podía ir por la tarde debido a que la oficina de empadronamiento cerraba a las 17:00 h. y si salía a las 14:25 h del centro, cogía el autobús a las 14:40 h, no llegaría a Vilaverdina hasta las 17:30 h.
De este modo, Verónica se empadronó, pidió un justificante y lo entregó al jefe de estudios. A los pocos días, el director, Esteve Doble, le comentó que el servicio de inspección no admitía el justificante y le descontaría el sueldo de ese día. Acto seguido, Vero llamó a la inspección y se puso la inspectora asignada al instituto, Ester Colero. Ella le indicó que el día 7 de diciembre hubiera sido un buen día para hacer el empadronamiento. En su descargo, Vero argumentó que creía que también hacían puente en aquella oficina. Sin embargo, para la inspectora lo peor es que la ausencia de Verónica supuso que “aquellas clases fueran irrecuperables”. No lo sabía bien Ester Colero, aquellas clases eran definitivamente irrecuperables pues los “alumnos” estaban como cabras.
Poco después, la profesora le comentó algo sobre una ley que la amparaba y la inspectora, en un arranque de soberbia afirmó: “ ¡No me hables de la ley que yo he hecho la ley! “ Vero no lo podía creer. En pleno 2007, un atavismo del Antiguo Régimen, una reina absolutista y despótica como Isabel I de Inglaterra. Ella era la Ley, por ella existía y de ella emanaba.



Seguidamente, la susodicha inspectora acentuó su superioridad y le soltó : “ ¡No me cuentes lo que te pasa, pues te comprendo perfectamente! Yo he sido profesora interina, titular, jefa de departamento, coordinadora de ciclo, secretaria, jefa de estudios, directora y bla, bla, bla... Si quieres mirar mi curriculum está pinchado en el tablón de la consejería. “
Vero creyó que aquella mujer, con esas ínfulas desatadas, necesitaba un psiquiatra o una docena.
Finalmente, la inspectora volvió a la cordura, como Don Quijote, y le reconoció que tal vez con ella “se había estrellado” y que pusiera un recurso a su decisión de descontarle el sueldo de un día. ¡Toma ya! ¿Por qué no retiraba su informe la inspectora majara?
Por tanto, como última opción puso el recurso con todo lujo de detalles de sus avatares, justificantes, horario de la única línea de autobuses que sale de Malavilla, permiso del centro, fundamentos de derecho... La consejería le contestó de inmediato y se reafirmaba en su decisión: “deducción de haberes por no justificación”.
¿Qué hacer? Inasequible al desaliento, Verónica llamó al jefe de personal del Lejano Oeste, Antón Torrón. Este ser le confirmó que debía haber ido el 7 de diciembre. Sin embargo, le soltó que ese día era festivo para los alumnos, pero no para los profesores. Vero no daba crédito a lo que oía.
Antón Torrón prosiguió: “Además, las vacaciones de Navidad son para los alumnos y los profesores deben acudir al centro.” Asombrada, Verónica le preguntó: “Entonces, ¿Todos los profesores lo estamos haciendo mal?” Fue en ese momento cuando al cabeza de personal se le escapó una risita y la profesora decidió cortar la conversación con un “gracias por todo”, para rectificar con un “ gracias por nada”, tras ser víctima de las burlas del jefe de personal.
Verdaderamente si un borracho no debe coger un coche, a un cargo con responsabilidad se le debería someter a un test psicológico o psiquiátrico para comprobar sus facultades mentales. En fin, seguro que a Antón Torrón se le habrá quedado una estúpida sonrisa permanente como al Joker. No hay nada más miserable que reírse del mal ajeno.




Continuará.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Date cuenta que tus "amigos" están en el sitio donde menos daño pueden hacer, aunque la verdad, como en el campo cogiendo margaritas, no creo.
En fin, paciencia y paz sanguínea.